viernes, 11 de septiembre de 2009

PADRE ANDRÉS TAMAYO


















No posee ni espadas ni arados,

como Juan,

es una voz que clama en el desierto;

pero no quiere desiertos

y se ha dado a la defensa de la vida:

de los bosques de Olancho,

de la biodiversidad de la patria.


Es un profeta biocéntrico

y su cayado reverdece

colmado en su amable gesto.


Ve a la muchedumbre abrasada de sed

y le muestra el camino de la justicia,

yendo por delante y proclamando:

he aquí

que la vida es la senda del Señor.


En este vil golpe militar

fue de los primeros en la resistencia

y los buses en que venía con su grey

fueron ametrallados.


Pero la hermosura de la generosidad

no se quema con fuego.


Él dice:

vengan,

subamos a la montaña del Dios bueno

que es el resplandor de la verdad.


Y si conoce el miedo,

de él toma fuerzas

para que las lomas sean fértiles

y las esperanzas no den frutos agrios.


Camina

y hay una gran luz

en su alegría y su gozo,

porque no anda solo.


Ni a su paso germinan

los campos de batalla,

sólo labios puros que proclaman:

la vida es el Señor,

suyo es el amor

y sus frutos son buenos.


Las ramas florecen

y las bellotas son lúcidas,

porque a su paso ofrece

valles y montañas a la mesa espléndida

y sencilla de la vida,

que es el portento de su creador.


Su calzada no es fácil de recorrer,

es ofertorio, sacrificio,

pero en ella se sacian los humildes de la tierra.


Candelario Reyes García

53 días de Resistencia Popular

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