
Supuestamente,
la vida había empezado a calendar,
como tasita de café tibiecito,
como jicarita de pinol;
nos dijeron que la guerra fría había terminado.
Entonces nos sentimos con derecho
a reunirnos en torno al hogar,
de poner en un yagualito
de pengas de guineo
un huevito tibio
y todos picar
con la miga de tortilla,
picar,
comer,
dialogar.
Y el fuego nos dio calor,
y la charla se fue animando
un día, entre los charrudos,
surgió uno un poco más audaz,
vio que las podía,
dijo,
elíjanme.
Lo elegimos
y él, más aprendiendo que sabiendo,
animó la plática en torno al fuego.
Y nos fuimos vivificando,
a pesar de que en las cenizas
algunos carbones ronroneaban una helazón de muerte.
Y como los indios somos brutos,
no le paramos bola,
seguimos hablando animados;
dijimos:
podemos ser mejores,
podemos estar mejor,
podemos mejorarlo todo,
y viendo que aquella paz,
aquel diálogo,
aquel poder platicar,
conversar,
que sentimos que era un dividendo que nos debía la vida,
la capacidad de estar juntos,
de creer en nosotros.
Y le pusimos nombre:
Poder Ciudadano.
Y sentimos que el charrudo,
El presidente,
era, es, será
siempre un compañero,
él con su sombrero,
con su sonrisa,
con su mano franca
y su voz de caramelo de pueblo.
Siempre pacífico, leal,
nunca violento pero activo.
Y quisimos saber si había ciudadanía,
si éramos gente,
si teníamos palabra.
Y quisimos ver quienes decíamos sí
y quienes decían no.
Como niños,
como jugadores de potra en el barrio,
como organizadores de un parque de juegos tradicionales,
como pinche gente de pueblo;
nos propsimos:
vamos a hacer una consulta,
empecemos por hacer una encuesta.
Entonces la helazón entre la cenizas
ronroneo más fuerte,
como terremoto,
pero creímos que Dios es tan bueno
y que reina en el corazón de todos.
Y se iba a poder.
Y seguimos con la fiesta.
MEL, MEL, MEL
decíamos,
para darnos fuerza.
Y él
que por muchos era tenido por tonto,
pudo guiarnos,
como iluminado por la brisa
de aquel ánimo,
de aquel diálogo,
de estar todos juntos soñando en un hogar para todos,
a manera de patria mejor compartida,
sino igual,
más agradable.
Pero lo agradable para la mayoría,
no es agradable para todos,
y en eso fuimos babosos,
así es como,
ahora estamos maniatados,
de manos,
pies,
boca y rodillas,
como iguanas
listas para el matadero.
Pero nos dicen,
que esto es mejor,
que se llama democracia.
Candelario Reyes García
Poeta
Seguido de cerca,
Cercado, día 11 del golpe
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